En la primera entrada mencioné que esto surgía a partir de
una ausencia. Me quedé preguntándome si solo era una excusa o de verdad algo
estaba ausente en mí. La ausencia es algo que no está. Puede no estar porque
nunca estuvo o no estar por que se fue. Son muchas las cosas que quiero que
nunca tuve, pero también son las que no están, que quiero y se fueron.
Cuando nos acostumbramos a algo es muy difícil dejarlo ir.
Como cuando de chiquitos nos hacían regalar juguetes. Estuvieron un buen rato
en nuestra vida y no nos gusta despojarnos de algo que nos hizo bien. Lo más
difícil es cuando ese algo se fue sin avisar, sin darte una explicación, sin un
porque o simplemente sin un CHAU. Cuando simplemente ese algo desapareció.
Ese “algo” tiene nombre propio. Se podría decir que es un
hombre, pero creo que un HOMBRE no te dice “te quiero” “me importas” y después
desaparece sin una razón justa. Este algo me hizo reír como nadie y me hizo
creer que de verdad le importaba. Me mostro su mundo. Me reclamó amor. Me hizo
mentir para jugármela sin sentir culpa. Me confió y se sinceró. Me hizo pasar
momentos que por alguna razón no puedo sacar de mi cabeza. Me acuerdo de
cada detalle, por más mínimo e ínfimo que sea. Eso en que nadie vio ni se fijo,
yo sí. Observo, analizo y lo guardo todo. Cosas que ni él debe saber, cosas que
no percibió ni se enteró. Soy así, analizo todo. Aunque vale decir que a
veces me pierdo ciertas cosas, o me niego a ver mas allá de lo que mi corazón
siente. No suelo tener un punto medio. Paso del “no es para mí” al “no puedo
vivir sin él”. Me obsesiono. Armo una historia de fantasía, en donde SIEMPRE me
enamoro. Claro está, siempre me enamoro de ese personaje ficticio que yo arme.
No me pueden decir que no es así. Cuando nos gusta alguien, le añadimos
adjetivos, gustos, pasiones que no son. Lo tuneamos a nuestro gusto. Cerramos
los ojos y nos dejamos llevar por la imaginaria y soñadora que llevamos dentro.
Pero todo tiene su fin, siempre llega el momento en que nos damos cuenta que
vivíamos en un mundo que no era el real. Que ese chico no es el
príncipe azul, y que nosotras tampoco somos la princesa perfecta que tiene todo
lo que quiere. En algunos casos, ese momento llega rápido, en otros tarda
más. Pero siempre llega. Ese momento me llegó hace unos días y todavía los
estoy digiriendo. El solo pensar cuando yo decía que no era para mí, lo mucho
que él la peleó para que aceptara la invitación a vernos, y después haberme
enganchando como lo hice, me deja estúpida.
Te preguntas porque no lo notaste antes, porque fuiste tan
ciega. Te culpas y te maquinas la cabeza pensando porque él cambio así. Porque
hizo eso y porque te creíste una y cada cosa que él te dijo. Le echas la culpa
al flechazo por haberlo puesto en tu camino. Te sentís usada y débil. Te pasas
las horas y los días buscando una razón. Te morís de ganas de llamarlo o
mandarle un texto. Cada cosa que ves, oles o escuchas te remite a él. Sentís
que no vas a poder seguir sin él. Pero me atrevo a decirte que estas
equivocada. Que siempre se puede, y que el único límite es el cielo.
Lloralo, extrañalo, gritalo y odialo. Sacate todo ese AMOR-ODIO.
Si tiene que ser, se va a dar. Y si no, vendrán mejores. Quien decide es el
amor. No dejes que su ausencia, te ausente a vos.
Y a vos, que desapareciste y me dejaste con este
vacío, espero que estés bien y alguna vez saber la razón por la cual te fuiste.
La ausencia que vos tuviste, te dejó ausente de mí. Miento si digo que no te
odie, pero por ahora me quedo solo con los recuerdos de eso que pudo haber
sido, pero no fue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario